Publicado el 27 agosto 2019 | por Arturo García
Nuestros campamentos (III): Juveniles
JMJ JUVENILES
Bombillas. Los educadores de Juveniles son bombillas. Siempre intentando superarse, intentando adaptarse lo mejor posible a los chavales, subiendo un peldaño más en el acompañamiento, llegando un poco más lejos. Siempre un poco más.
Y de esas bombillas nace este campamento: las Jornadas Mundiales de la Juventud. Llevar los mensajes del Papa a los jóvenes. No para crear la Iglesia del futuro, sino para formar a los jóvenes de la Iglesia del presente.
Un campamento de Juveniles es algo diferente. El que sube lo vive. 200 chavales, 27 educadores, 8 cocineras, 1 sacerdote y que Dios nos acompañe en el milagro. El milagro porque es complicado, una responsabilidad muy grande, una tarea titánica que, año tras año e inexplicablemente, se va superando. Y eso es solo posible por un solo motivo: perque som un campament de parròquia.
Era un campamento un tanto especial por algunos motivos: La Asunción volvía a Nogueruelas, eso tenía un punto nostálgico sobre todo para los educadores y las cocineras que habían estado en los 90; era el primer campamento de Juveniles de Don Jordi después de un año acompañando al movimiento; y era la primera vez que hacíamos Virgen de la Vega – Linares de Mora – Nogueruelas – Rubielos de Mora.
Concretamente este campamento ha vivido de todo. DE TODO. Es muy fácil que ocurran cosas en un campamento con tanta gente y que los planes se tuerzan con facilidad. Y así ocurrió: cambio de planes constantemente. Pero si de algo no tengo dudas es de que Dios nunca nos dejó solos. La noche más calurosa fue la única noche que dormíamos sin tienda y en un frontón en Linares. Gracias. Una marcha infinita que en lugar de durar 2h y media en bajadita se convierte en una odisea de 8 horas en la que nos encontramos con dos ángeles de 90 años y que nos guiaron como la estrella a los Reyes Magos. Gracias. Al llegar a Nogueruelas, una plaga de saltamontes (surrealista y bíblico) pero la actitud de los chavales hizo que no existiera. Gracias. En Rubielos al final de la tarde justo cuando nos vamos a ir de estrellada por grupos se pone a llover y el granizo cubre el campamento, pero se monta el Rockejat. Gracias. Esa noche cambio de planes y hay noche del terror, cocineras incluidas. Gracias. Nos vamos de excursión a Rubielos y al volver nos dan alerta naranja por lluvias, pero los intendentes nos montan un viaje en furgoneta que ni el equipo A. Gracias. Las cocineras sometidas a los cambios de menú y sacando un 10 en la auditoría por el Gobierno de Aragón. Gracias. Los educadores tratando de cumplir un horario imposible con una fuerza imposible con unas ganas infinitas. Gracias. Porque al final, eso es Juveniles. De eso se trata, de un constante dar gracias y sentirse acompañado.
Ser jefe del campamento de Juveniles ha sido un placer y una experiencia muy dura. Solo espero que las personas que hayan subido, hayan bajado un poco mejores de como subieron. Y si algo he aprendido es que, si me pierdo, dónde volver a mirar: donde siempre fuimos la luz y la sal.
Gracias, porque yo rezaba y tú cuidabas de mí.